Ítem #: ECO-001
Clasificación del Eco: Nivel II — Riesgo sensorial moderado
Procedimientos de Contención:
El fenómeno debe ser observado únicamente por personal con nivel de autorización LIMA-3. Se recomienda confinamiento acústico completo.
Descripción:
El ECO-001, conocido como «La Reverberación del Silencio», es un fenómeno acústico detectado en el Valle de Almar. El sonido ambiental parece ser absorbido, generando un eco que repite pensamientos del observador.
Notas del Archivo:
El agente D-112 reportó una sensación de déjà vu persistente tras la exposición al ECO-001. Aislamiento recomendado durante 72 horas posteriores a la observación.
Documento clasificado — Fundación del Archivo ECO — Acceso Autorizado Nivel LIMA-2
TITULO: El Vacío que Susurra.
REGISTRO DE AUDIO #: AEA-001-Omega.
ESTADO: Transmisión Final – Origen Desconocido.
Si esta grabación se está reproduciendo, significa que he fallado en la misión más importante de mi carrera y que el protocolo de contención total ha sido activado. Mi nombre es Doctor Alessa Rostova, directora de investigación acústica de La Fundación, y lo que van a escuchar es la verdadera naturaleza del horror que hemos designado como ECO-001.
Todo comenzó en el Hospital Psiquiátrico San Lorenzo, encaramado en los acantilados del norte de Noruega. Cuarenta y siete pacientes, todos diagnosticados con esquizofrenia paranoide, comenzaron a cantar la misma melodía en perfecta sincronización. No era una canción cualquiera. Las notas caían en frecuencias que deberían ser imposibles para cuerdas vocales humanas, oscilando entre los 0.5 Hz y los 45 kHz. Los doctores informaron que los vidrios de las ventanas se pulverizaban sin hacer sonido, que los equipos médicos se fundían sin causa aparente.
Cuando llegué con el equipo de contención, el director del hospital ya había cometido suicidio. Lo encontramos en su oficina, sentado perfectamente erguido en su silla. Sus ojos habían sido extraídos cuidadosamente, colocados sobre el escritorio mirando hacia la puerta. En las paredes, escritas con un fluido cerebral oscuro y espeso, frases en lenguas muertas que nuestros lingüistas identificaron como proto-indoeuropeo mezclado con algo… más antiguo. Mucho más antiguo.
Los pacientes estaban en el ala este, dispuestos en círculo perfecto. Sus bocas se movían al unísono, pero no emitían sonido alguno. En cambio, el aire alrededor de ellos se ondulaba visiblemente, como calor sobre asfalto en verano. La enfermera jefe, una mujer llamada Ingrid con veinte años de experiencia, me tomó del brazo con una fuerza sobrenatural. «Ellos no están cantando, doctora», susurró con voz ronca. «Están respondiendo».
A las 0300 horas instalé los sensores de espectro completo. Los lectores mostraban algo imposible: ondas sonoras que se movían en dirección contraria al tiempo, frecuencias que existían antes de ser producidas. El físico acústico del equipo, el doctor Chen, comenzó a sangrar por los oídos mientras analizaba los datos. «No son sonidos», alcanzó a decir antes de que su cráneo implosionara hacia dentro. No hubo estruendo, solo un chasquido seco y luego silencio.
Los protocolos de contención fallaron de maneras que desafían la física convencional. Las barreras acústicas de nivel 7 se desintegraron en un polvo fino que olía a ozono y carne quemada. Los generadores de interferencia comenzaron a emitir… anticipación. Sí, eso es lo más cercano que puedo describirlo. Emitían la sensación pura de que algo terrible estaba por ocurrir.
A las 0400 horas, el paciente número 23, un hombre llamado Lars que había estado en estado catatónico durante once años, se levantó. Su boca se abrió en un ángulo imposible y de su garganta emergió… no un sonido, sino la ausencia de todos los sonidos. Una burbuja de silencio perfecto que comenzó a devorar la realidad a su alrededor. Vi cómo las paredes cercanas simplemente dejaban de existir, no se desvanecían, no se destruían, simplemente dejaban de ser.
Los otros pacientes comenzaron a… desarmarse. Sus cuerpos se desplegaron como origamis anatómicos, mostrando patrones geométricos imposibles en su interior. La sangre no caía, danzaba en espirales perfectas alrededor de ellos, formando símbolos que dolían al mirarlos.
Ahora estoy sola en la sala de observación principal. Los sistemas indican que el 99.7% de toda vibración sonora dentro del perímetro de 5 kilómetros ha cesado. El aire es tan denso que respirar se ha vuelto un acto de violencia contra la naturaleza. Cada palabra que pronuncio requiere un esfuerzo que siento que me está desgarrando las cuerdas vocales.
Puedo verlo moviéndose en los pasillos. ECO-001 no es una entidad, es una cualidad. Es el silencio primordial que existió antes del Big Bang, la quietud que anhela regresar. Se alimenta no del sonido, sino de la posibilidad del sonido. De la potencialidad de la vibración.
Mis propias palabras comienzan a sonar extrañas, como si alguien o algo las estuviera editando en tiempo real. Escucho ecos de mis propias frases antes de que las pronuncie. El tiempo aquí ya no es lineal, es… musical.
Algo está en la puerta ahora. No hace ruido, pero su presencia retuerce el espacio a su alrededor. Las paredes se están curvando hacia él, como si el mismo hospital estuviera haciendo una reverencia.
Si alguien recibe este mensaje, deben entender que ECO-001 es la respuesta a una pregunta que la humanidad nunca debería haber formulado. Es el vacío entre los pensamientos, el silencio entre los latidos del corazón, la pausa eterna al final de todas las cosas.
Y ahora puedo verlo claramente. El silencio no solo tiene forma, tiene intención. Tiene hambre.
Dios mío, está aprendiendo a cantar con mi voz.
FIN DEL REGISTRO