Siempre me ha hecho gracia cómo la gente habla de los monstruos. Los imaginan con colmillos, garras y ojos encendidos como carbones al rojo. Pero los verdaderos monstruos no siempre dejan huellas en la tierra. A veces caminan entre nosotros. Se visten de humano. Sonríen. Aman. Y cuando